Este domingo, el régimen del dictador sirio Bashar al Assad llegó a su fin, cerrando casi 14 años de lucha por mantenerse en el poder en medio de una devastadora guerra civil. La situación en Siria había ido escalando desde las protestas de 2011, las cuales fueron brutalmente reprimidas por el gobierno, lo que llevó a un conflicto armado con una intervención de potencias extranjeras como Rusia e Irán, que respaldaron al régimen de Assad.
La caída de Assad, que dejó el país tras un ataque sorpresa de los rebeldes, pone fin a más de cinco décadas de dominio de la familia Assad. Su mandato comenzó en 2000 tras la muerte de su padre, Hafez al Assad, y fue marcado por una política represiva que consolidó su poder mediante la tortura y las ejecuciones extrajudiciales, lo que dejó miles de muertos y millones de desplazados.
La guerra en Siria ha tenido efectos devastadores, no solo en el territorio sirio, sino en la región, generando una crisis humanitaria con millones de refugiados que han huido a países vecinos. A pesar de haber recuperado gran parte del control territorial en años recientes, la ofensiva de los rebeldes, junto con la falta de apoyo de sus tradicionales aliados, aceleró su caída.
Ahora, Siria enfrenta un futuro incierto sin un sucesor claro para al Assad, mientras la comunidad internacional busca una solución política que conduzca a una transición pacífica.
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