El Kremlin suspendió la marcha del “Regimiento Inmortal”, que ha sido el centro de las conmemoraciones en los últimos diez años
Los rusos celebran el final de la “gran guerra patriótica” el 9 de mayo de cada año.El Día de la Victoria, que conmemora la derrota del nazismo en Europa, es la fiesta más importante de Rusia.
El público y el Estado se unen en una celebración patriótica durante la cual la gente recuerda a sus familiares que sacrificaron sus vidas para derrotar al nazismo. Muchas de las características del día -los desfiles, las canciones y las prácticas conmemorativas- se remontan a la época soviética.
Pero las celebraciones de este año serán más reducidas. En varias regiones, como Crimea y las provincias de Kursk y Belgorod, fronterizas con Ucrania, no tendrán lugar los tradicionales desfiles militares. El cambio más llamativo es la cancelación de las marchas del “Regimiento Inmortal”, que han sido el centro de las conmemoraciones cívicas del Día de la Victoria en los últimos diez años.
La Unión Soviética sufrió las mayores pérdidas durante la Segunda Guerra Mundial, con unos 27 millones de soldados y civiles muertos y muchas ciudades arrasadas. En todo el vasto imperio soviético, apenas hubo un hogar que no resultara afectado por la guerra.
En las primeras décadas de la posguerra, el 9 de mayo era un día laborable normal en el que las familias y las unidades militares se reunían en silencio para recordar y llorar a sus muertos. El día se convirtió en festivo oficial en 1965, en el vigésimo aniversario de la rendición de Alemania en Europa. Ese año, el desfile del Día de la Victoria se celebró en la Plaza Roja de Moscú por primera vez desde 1945.
Esto marcó el inicio del culto a la gran guerra patriótica. En los años siguientes se erigieron enormes monumentos conmemorativos de la guerra en toda la Unión Soviética. El 9 de mayo se convirtió en un día de celebraciones públicas, paseos familiares, conciertos y fuegos artificiales, todo ello retransmitido por la televisión nacional.
Las prácticas privadas, como visitar los cementerios o regalar flores a los veteranos de guerra, se incorporaron a los actos oficiales. Aun así, mucha gente siguió conmemorando la guerra entre familiares, amigos y compañeros de armas. Los desfiles militares siguieron reservándose para aniversarios especiales hasta el colapso de la URSS.
El Día de la Victoria fue la única fiesta pública importante que superó la transición a la Rusia postsoviética. En un país que perdió a muchos de sus ídolos y logros heroicos con la disolución de la Unión Soviética, el triunfo sobre el nazismo siguió siendo una fuente de enorme orgullo colectivo y personal.
Llenando el vacío dejado por las desechadas fiestas soviéticas, las celebraciones del 9 de mayo se expandieron y se hicieron más fastuosas, especialmente después de que Vladimir Putin llegara a la presidencia. Es significativo que el tono de los actos del Día de la Victoria también cambiara gradualmente con el paso de los años.
La conmemoración de la era soviética se centraba en la promesa de paz y el deber de evitar otra guerra. En la era Putin -especialmente tras la ocupación de Crimea en 2014-, el Día de la Victoria pone en primer plano la disposición a luchar para proteger la patria y el valor del sacrificio personal.
Marcha de los Inmortales
Las marchas de los Regimientos Inmortales demuestran que, para muchos rusos, el Día de la Victoria sigue teniendo un enorme significado personal, asociado a su historia familiar.
En 2012, tres periodistas de un canal de televisión local de la ciudad de Tomsk, en Siberia, invitaron a los residentes a participar en un desfile portando fotos de familiares que habían participado en la guerra. Podían haber contribuido en cualquier calidad: combatientes de las fuerzas armadas y personal de servicio, partisanos, trabajadores del frente interno y más.
Miles de personas acudieron ese año a la marcha de Tomsk, que recibió una gran cobertura en los medios de comunicación regionales y nacionales. Al año siguiente, se organizaron marchas del Regimiento Inmortal en muchas ciudades rusas, así como en Ucrania, Kazajstán e Israel. En 2016, los actos del Regimiento Inmortal se extendieron por todo el mundo.
Ante el éxito de la iniciativa popular, el Estado intervino y asumió la organización del Regimiento Inmortal y su publicidad. En 2015, Vladimir Putin encabezó el desfile del Regimiento Inmortal en la Plaza Roja de Moscú, sosteniendo una foto de su padre, que luchó en la guerra. Desde entonces, Putin ha participado cada año en el desfile.
En 2022, dos meses y medio después de la invasión rusa de Ucrania, se celebraron actos del Regimiento Inmortal por todo el país y, una vez más, Putin encabezó la procesión en Moscú. ¿Qué cambió en 2023?
Control del mensaje
Curiosamente, los anuncios oficiales no dicen que el Regimiento Inmortal se “cancela”, sino que se celebra en “un formato diferente”. En lugar de desfilar, se invita a los ciudadanos a exhibir retratos de sus familiares fallecidos en las ventanas de sus coches y casas y en sus perfiles de las redes sociales.
Los medios oficiales rusos explican la reducción de las celebraciones en términos pragmáticos, citando posibles “provocaciones” y “atentados terroristas”. Pero para los opositores a Putin, la decisión ha sido recibida con cierta sorna.
Mark Hertling, ex general al mando del ejército estadounidense en Europa, tuiteó: “Nada dice más de un gran estratega que no tener suficientes soldados y equipo para celebrar un desfile anual”. Y, ante la inminente perspectiva de una contraofensiva ucraniana, la habitual gran exhibición de su material militar sería todo un reto.
Pero la verdadera razón probablemente tenga que ver con el control de la narrativa oficial de la guerra. La propaganda rusa ha vinculado deliberadamente la gran guerra patriótica con la “operación militar especial” en Ucrania. Así que el mensaje de las celebraciones del Día de la Victoria debe ser cuidadosamente controlado y comisariado.
Desde que Putin anunció la “movilización general” el pasado mes de septiembre, el costo de los combates en Ucrania se ha extendido más allá de los contratistas militares privados y las tropas regulares, y ahora lo soportan cada vez más familias.
Este es especialmente el caso de algunas de las repúblicas alejadas de Moscú, desde donde se ha reclutado a una gran proporción de los reclutas. Sus experiencias personales y sus pérdidas hacen que la narrativa oficial del Kremlin sobre el éxito de la “operación militar” sea cada vez más difícil de mantener.
La naturaleza de los actos del Regimiento Inmortal los hace ideales para las protestas espontáneas contra la guerra que desafían la propaganda oficial. Lo último que quiere el Kremlin es que acuda un gran número de personas con fotos de sus seres queridos muertos en Ucrania.
*Artículo publicado originalmente por The Conversation- Dina Fainberg es Profesora titular de Historia Moderna, City, Universidad de Londres.
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