En la última década, pilotos de aerolíneas han recibido más de 100 alertas de cabina sobre posibles colisiones con helicópteros en las inmediaciones del Aeropuerto Nacional Reagan, según datos de rastreo de vuelos y registros de incidentes gubernamentales. La información recopilada por los controladores de tráfico aéreo antes del accidente del 29 de enero, que dejó 67 muertos, resalta la persistencia de un problema que no había sido abordado de manera efectiva.
De acuerdo con una investigación de The Washington Post, el riesgo de colisiones en la zona era mayor de lo que se había reportado. En 104 ocasiones, el Sistema de Alerta de Tráfico y Prevención de Colisiones (TCAS) obligó a los pilotos a tomar medidas evasivas, como cambiar rutas o abortar aterrizajes.
Advertencias ignoradas y medidas tardías
Los controladores aéreos habían expresado su preocupación por la proximidad entre aviones y helicópteros en la zona, sugiriendo en 2020 cambios en la gestión del espacio aéreo, como la reubicación de las rutas de los helicópteros para alejarlas de los corredores de vuelo de aerolíneas. Sin embargo, la Administración Federal de Aviación (FAA) no implementó cambios significativos hasta después del accidente del mes pasado, cuando restringió temporalmente el tráfico de helicópteros en el área.
El accidente del 29 de enero
El siniestro involucró un helicóptero Black Hawk del Ejército de EE. UU., con tres tripulantes a bordo, y un avión regional de American Airlines con 60 pasajeros y cuatro tripulantes. La colisión ocurrió en un corredor aéreo ubicado justo debajo de la trayectoria de aterrizaje de la pista 33 del Aeropuerto Nacional Reagan, con solo 4,5 metros de separación entre ambas rutas.
Ex controladores aéreos han señalado esta zona como un “punto crítico” de riesgo. Al Castillo, quien trabajó en la gestión del tráfico aéreo, afirmó que la ruta de los helicópteros debió haberse modificado hace tiempo.
Un historial de alertas y eventos previos
Los registros indican que el 25 % de las 104 alertas TCAS involucraron helicópteros militares, casi la mitad correspondió a vuelos médicos y el resto a helicópteros de la policía y operadores privados. En al menos 24 incidentes ocurridos en los últimos tres años, pilotos de aerolíneas abortaron aterrizajes en el aeropuerto tras recibir advertencias de colisión.
El TCAS, obligatorio en aviones de pasajeros en EE. UU., emite alertas verbales y genera avisos de resolución en caso de riesgo inminente de colisión. Sin embargo, el sistema no proporciona correcciones de curso por debajo de los 305 metros, lo que limita su efectividad en los momentos finales del aterrizaje. En el caso del accidente del 29 de enero, solo se activó una alerta verbal cuando el avión se encontraba a 99 metros de altitud.
Desde 2013, la FAA ha investigado seis incidentes de cuasi-colisión en la zona, incluyendo tres entre helicópteros. Además, desde 2006, se han presentado 14 reportes voluntarios de cuasi-colisiones entre aviones y helicópteros mediante el Sistema de Reportes de Seguridad de Aviación (ASRS) de la NASA. En 2013, un piloto señaló que las alertas TCAS por helicópteros se habían vuelto tan frecuentes que eran percibidas como “ruido de fondo”.
Investigaciones en curso y dudas sobre la respuesta de la FAA
A pesar de los antecedentes, la FAA ha evitado comentar sobre la cantidad de alertas TCAS registradas o las advertencias de los controladores aéreos, argumentando que no puede divulgar detalles de una investigación en curso. En un comunicado enviado a The Washington Post, la agencia aseguró que revisa diariamente grandes volúmenes de datos para identificar y abordar problemas de seguridad.
Sin embargo, expertos en aviación y ex controladores aéreos cuestionan por qué no se tomaron medidas preventivas con anterioridad para reducir los riesgos en uno de los espacios aéreos más congestionados de EE. UU.
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