Cuando ella misma empezó a toser, Patricia Núñez ya conocía esa temida tos de ruido seco que martirizaba a los enfermos que desde hacía semanas acudían a la sala de emergencias madrileña donde ella trabaja.
“Estamos hartos de oírla dentro del hospital. Era cuestión de tiempo”, dijo Núñez, una enfermera de 32 años que se contagió el nuevo coronavirus hace una semana.
En una teleconferencia desde su casa, Núñez dijo que está ávida por recuperarse para relevar a sus colegas sobrecargados de trabajo ante una ola creciente de enfermos y las cifras menguantes de médicos y enfermeras.
“Es un dolor doble. Primero por ti, por tu familia, porque temes infectarlos, pero lo peor es que sabes que en el sitio en el que tienes que ir a trabajar haces mucha falta”, dijo a The Associated Press.
El coronavirus está librando una guerra de desgaste contra los trabajadores de la salud en todo el mundo y en ningún lugar está avanzando más que en Italia, donde escasean el equipo protector y el material para exámenes desde hace semanas.
Los españoles están orgullosos de su sistema de atención de salud universal, que se suele considerar una de las razones de la legendaria longevidad de su gente, pero la epidemia está sacando a la luz algunas de sus deficiencias, resultado en parte de años de recortes presupuestarios.
Los hospitales del país se resienten bajo el peso de la epidemia. En dos hospitales de la capital, los pasillos y las salas de emergencias están atiborrados de enfermos, muchos conectados a tanques de oxígeno. En el hospital universitario 12 de Octubre había gente tendida en el piso a la espera de una cama, aunque las autoridades dicen que posteriormente se les pudo acomodar.
El miércoles, la cifra de personal médico infectado ascendía a 6.500 en todo el país, según las autoridades, el 13,6% del total nacional de 47.600 casos y el 1% del personal médico en el sistema. Al menos tres trabajadores del sector han muerto.
“Ahora mismo estamos colapsados, faltan recursos humanos”, dijo la enfermera Lidia Perera, del Hospital de la Paz, de Madrid, con 1.000 camas.
Esta semana, 11 de los 14 pisos del hospital estaban ocupados por enfermos de COVID-19 y aun así faltaba espacio: los casos menos graves son alojados en el gimnasio o en una gran carpa en el exterior.
“Si me dicen hace 3 meses que vamos a trabajar en estas condiciones en España, no me lo creo”, dijo Perera. Añadió que al personal en La Paz “no dan pruebas hasta que estás enfermo... El problema es que quedarían sin personal, así que no les interesa”.
En la mayoría de la gente, el nuevo coronavirus provoca síntomas leves o moderados que desaparecen en dos a tres semanas. En algunas personas, sobre todos los adultos mayores y las que padecen trastornos de salud subyacentes, puede provocar enfermedades más graves, como la neumonía, e incluso la muerte.
La pandemia global ha infectado a más de 436.000 personas y causado más de 19.600 muertes en el mundo, de acuerdo con datos de la Universidad Johns Hopkins. Ha paralizado economías e impuesto restricciones a los desplazamientos de millones de personas para tratar de impedir que el virus siga propagándose y abrumando a los sistemas de salud.
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